22.12.10

El dragón a la mesa

Desde que comía escabeche de dragón para el desayuno, había tenido cuidado de no dejar entrar las espinas de la bondiola. No eran muy grandes porque los cocineros usaban dragones terneras para ese platillo. Más cuidado, sin embargo, merecían los filetes de espada de dragón. Delicioso plato, pero peligroso.
La espada de dragón no era precisamente un arma, aunque los dragones la blandían como tal en ciertas ocasiones que tampoco podrían considerarse batallas, aunque algunas veces perdían la vida en esas refriegas.
La dieta draconiana no era la más sana para esa gente, pero supieron sacar de necesidad virtud y, ante la escasez de guano de culebra debieron recurrir a los dragones para proveerse de vitaminas con niveles aceptables para la alimentación humana. En efecto, hoy por hoy, conseguir un bocadillo de guano era prohibitivo, mientras que dragones abundaban.
Eso sí. La espada de dragón se había convertido en el plato no digamos nacional, pero sí uno muy buscado. El problema es que el dragón conserva sus propiedades intactas y la espada puede ser peligrosa si no se ingiere con cuidado. Llevársela a la boca sin ninguna salvaguardia puede ser nefasto y por eso se aconseja comer primero escabeche como para ir tomándole la maña a la contingencia.
Pero cuando una espina te rayaba la encía, los problemas no se hacían esperar. O más bien, esperaban una semana al máximo y se manifestaban de mala manera. Por eso el escabeche debía ser preparado por gente sabia, el pH debía ser controlado con precisión, los metales debían extraerse con cuidado y, sobre todo, no dejar ninguna espina ni rastro de tendones. Cuando a pesar de todo ocurría el accidente, entonces ya podían prepararse para el resto. Y no era fácil.
Sobre todo, dolía sufrir el escarnio. Los paladares se convertían en llamas, la gente se reía. Y a uno, convirtiéndose en dragón, la única cosa que le quedaba era odiarlos hasta la médula. Pero el odio duraba poco ya que lo carnean de juvenil. A menos, claro, que lo conserven a uno para que desarrolle la espada.
En fin. Cosas del equilibrio ecológico.

9.12.10

Una mujer debe servirse en su punto justo

Unos consejos para una de esas noches en que ser un buen anfitrión es indispensable si queremos quedar bien con la mujer de nuestros sueños.
Lo esencial, por lo menos en estos casos, no debe ser invisible a los ojos: ella debe verse lo más apetitosa posible.
Su aroma también es muy importante, una hermosa mujer oliendo mal echa por tierra toda pretensión de pasar una velada agradable. Sus efluvios naturales no deben exceder en demasía los límites sabiamente aconsejados en el "Manual de olores y sabores de una mujer promedio".
Con que acompañarla:
De estar ella tuneada de colegiala a pesar de una edad un tanto avanzada, una buena gaseosa cola sería a luces vista una excelente idea. Una guarnición de papas fritas, algo de mostaza o ketchup y unos pancitos saborizados otorgan el complemento ideal para un mayor disfrute.
En caso de inclinarse por algo más tradicional, bien podría ella estar envuelta en una fina capa de seda color negro, tanto sea en forma de vestido largo o en su defecto minúscula lencería de color blanco o beige. De todas maneras, resulta conveniente despojarla de sus prendas antes de someterla a la cocción necesaria, luego y con el debido cuidado para evitar que se deshaga antes de servirla podremos volver a ponérselas para una mejor presentación del plato. Es imprescindible en este caso un buen vino. A pesar de que una buena mujer debería ser suficiente para darnos por satisfechos (debería sobrar), podemos acompañarla con unas zanahorias al queso parmesano o una guarnición de bolas de calabacín, lo que añadiría al plato el toque erótico y/o afrodisíaco.
Por último recuerden no servir jamás una mujer acompañada con pescados, sean estos de mar o río y mucho menos con cualquier tipo de crustáceos. Evitar sobre todo el bacalao; jamás se deben superponer gustos y olores semejantes.
Eso es todo: reserven a su compañera de esa noche con anticipación y traten de que sea lo más fresca posible y recuerden que si les sobra, una dama que haya gozada de buena salud, se puede conservar debidamente trozada hasta seis meses en el freezer.