Los editores son criaturas sumamente difíciles de capturar; al parecer, poseen un sexto sentido con el cual detectan desde lejos la presencia de los cazadores. Veloces como perdices y tan resbalosos como un pez, algunos, al ser acorralados, pueden escupir veneno, o pegar patadas en los puntos más vulnerables del cazador.
Si bien sus cuevas son relativamente fáciles de hallar, ubicar al editor propiamente dicho es una tarea ardua; para llegar a él, a veces es necesario eliminar a otras criaturas que comparten su reducto, y cuidarse de telarañas, plantas carnívoras, laberintos sin salida, y otras trampas que el astuto animal utiliza para evadirnos.
Si por milagro usted ha conseguido atrapar uno de estos escurridizos especimenes...
¡Ponga manos a la obra y obtenga su bien merecida recompensa...!
PREPARACIÓN: Tómese un editor, preferentemente joven, (resultará mucho más tierno que uno veterano ya acostumbrado a escapatorias, con el consiguiente endurecimiento de su musculatura.)
Córtele la cabeza, para evitar que durante la cocción tome algún sabor desagradable debido a ojos críticos, oídos sordos, sesos amargos o lenguas venenosas, elementos que se pueden encontrar, ya sea solos o en conjunto, en este tipo de apéndice editorial.
No se preocupe por las entrañas o el corazón; por lo general estas criaturas las han dejado en algún sitio inalcanzable, ya que no suelen llevarlos encima cuando van a su cueva. Algunos cazadores dudan, incluso, de que los posean, pero creemos que son puras exageraciones.
Hiérvalo en leche no pasteurizada, previamente dejada al sol o en lugar cálido, a fin de acelerar su descomposición, y obtener así lo que se conoce como “mala leche”. Este producto, a pesar de su abundancia, no es sencillo de adquirir, pues nadie reconoce poseerlo; por tal motivo, aconsejamos su fabricación casera.
Durante la cocción pinche reiteradamente con críticas y reseñas agudas; sazone con teorías literarias a gusto y esperanzas varias; deje hervir unos 45 minutos, o el tiempo necesario para asegurarse de tiernizarlo bien. Retire del fuego.
Deje enfriar y escurra. Tire el líquido de cocción, que no sirve para nada. A través de la abertura del cuello, rellénelo con páginas escogidas de poesía, cuento y/o novela de su autoría
Prepare un buen fuego con suplementos culturales de rápida combustión y con madera de Marketing o Bestseller. Un combustible que arde muy bien, y no deja residuo alguno es el carbón de Autoayuda, de fácil adquisición.
Coloque al editor sobre la parrilla o ensártelo en el spiedo; cocine a fuego lento hasta dorarlo bien. Sirva con ensalada de contratos jugosos y un puñado de derechos de autor bien salados.
CONSEJOS
- Si el editor fuera mayor, se puede reemplazar la leche por agua mineral; sus propios jugos reemplazarán convenientemente el producto lácteo.
- Pasadas 24 horas de cocción sin que el editor se ablande, aconsejamos tirar todo a la basura; el producto será intragable e indigerible, mejor confórmese con un sandwich de blog y autoedición.
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